martes, 28 de octubre de 2008

No es hasta cuando siento apretado el estómago, las ganas de vomitarlo todo, cuando me desespero y lanzo un 'te amo' ensordecedor al cielo indiscreto. Dos segundos después, actúo, y vuelvo a pensar.

lunes, 13 de octubre de 2008

Posesión

Me retuerce pensarlo,

   o imaginarlo.





Verte ahí, quizás dónde.

Las mismas manos, los mismos gestos,

¿las mismas palabras?







Jamás sabré. Jamás nada.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Como chilenito que soy

Yo no entiendo, más bien no sé, qué quiere y espera que ocurra la gente que protesta para el 11 de septiembre desde hace más de treinta años. Puedo comprender, muy ajenamente, el dolor de miles de familias de detenidos desaparecidos, que cada día en cuestión salen a las calles con fotografías con rostros ya irreconocibles, incluso para ellas. El paso del tiempo le da favor al olvido. Puedo entender que exijan justicia, pero, ¿qué tipo de justicia exijen?, ¿realmente anhelan encontrar los cuerpos de sus seres queridos -aunque ya algunos lo hayan hecho y sigan manifestándose- o tan sólo quieren ser remunerados? Este último punto ES y SERÁ objeto de protestas por los siguientes años, es por eso que cada 11 de septiembre en el futuro será igual al del año y los años anteriores. No es mi intención ofender a nadie con esto, pero pienso, y luego planteo. Si cada una de las familias que durante la dictadura sufrieron la pérdida de algún familiar de manera -misteriosa- recibiera una suma de dinero por los 'daños emocionales' que los atormentan desde hace más años de los que yo he vivido, ¿qué ocurriría, seguiría siendo cada 11 de septiembre un día en el que casi existe un toque de queda? Sí. Así sería. La verdad es que no puedo decir que no habría protestas si es que dichas familias ya tuvieran en su poder un fajo de billetes azules y una cantidad inimaginable de beneficios, pero sin duda, el peligro continuaría por nuevas manifestaciones, de otro calibre y además, con nuevos actores en escena.
Muchos tienen mi edad, quizás algunos son menores que yo. ¿Qué se creen?, ¿qué cresta les pasa?

Al día siguiente, doce para el que ha leído atento -sin números incluso-, ya nada ocurre. En las noticias es donde más se le da al tema, críticas al gobierno, heridos, un paco moribundo, un pendejo arrestado. Y no hay más. Por eso no me cabe duda de que cada una de las cosas que se quieren decir, ya venga de los familiares de detenidos desaparecidos o de aquellos jóvenes -que aún no entiendo-, no son más que basura. Excusas, y mierda, claro está.

jueves, 11 de septiembre de 2008

A sangre tibia

Ella1: ¿Hace cuánto que no haces el amor?
Ella2: No lo recuerdo.
Ella1: ¿Dos semanas, un mes, diez años, cuánto?
Ella2: Qué importa.
Ella1: ¿Nunca?
Ella2: Claro que sí. Soy una mujer casada…
Ella1: ¿Y eso qué?
Ella2: …dos hijos…
Ella1: No significa nada.
Ella2: …tres abortos espontáneos…
Ella1: Nada. Nunca lo has hecho.
Ella2: Yo sentía que así era.
Ella1: No fue así.
Ella2: No es mi culpa.
Ella1: Debe ser.
Ella2: Sé que no.
Ella1: ¿Fuiste feliz?
Ella2: Siempre estuve tan sola.
Ella1: Sigues sola.
Ella2: Seguiré sola.
Ella1: ¿Y él?
Ella2: Nada.
Ella1: ¿Qué pasa con él?
Ella2: Absolutamente nada.
Ella1: ¿Duerme contigo, tiene otra mujer?
Ella2: Claro que no.
Ella1: Entonces, ¿qué es?
Ella2: Maricón.
Ella1: ¿Segura?
Ella2: No lo dudo, créeme.
Ella1: ¿Se lo has dicho?
Ella2: No. Lo vi, me da asco.
Ella1: ¿Dónde?
Ella2: En mi cama, sobre mi almohada, sobre el supuesto amor.
Ella1: Es terrible.
Ella2: Lo era.
Ella1: ¿Por eso estás aquí?
Ella2: Nadie entiende nada.
Ella1: ¡Qué cierto es eso!
Ella2: Lo sigo amando.
Ella1: ¿Realmente?
Ella2: No sabes cuánto.
Ella1: ¿Por qué no lo dejaste solo?
Ella2: Él lo hizo conmigo mucho antes.
Ella1: ¿Y tú qué hiciste?
Ella2: Vine a parar aquí.
Ella1: Debías estar aquí…
Ella2: Según los estúpidos.
Ella1: …pagando por lo que hiciste.
Ella2: Pagando por los dos.
Ella1: ¿Tras las rejas?
Ella2: Bebí sólo un poco de su sangre.
Ella1: Nunca más estarás sin él.
Ella2: No, no sirvió.
Ella1: Nada sirve.
Ella2: Besé cada uno de mis lugares favoritos de su cuerpo, aún tibios, tan tiernos.
Ella1: Qué enferma eres.
Ella2: Qué enamorada estaba de ese hombre.
Ella1: La sangre no tarda en enfriarse.
Ella2: No, no tarda.

Equis

martes, 9 de septiembre de 2008

...

Ella: Pon la calefacción.
Él: ¿La necesitas?
Ella: Un poco, ¿te molesta?
Él: Mmm… No, me da lo mismo, si así estás cómoda.

(Silencio)

Él: ¿Te gusta la vista?
Ella: Sí. Es bonito aquí. Está tan despejada la noche que casi puedo ver mi departamento.
Él: ¿Lo ves?
Ella: Creo.
Él: ¿Alcanzas a ver qué ocurre en él?
Ella: No quiero hablar de eso.
Él: Esto es sólo un juego, dímelo.
Ella: Morboso de mierda.
Él: Mujer, hazme caso. ¿Qué ves?
Ella: Quiero salir de aquí.
Él: Estamos solos, tú y yo. No podemos salir de aquí.
Ella: Me tienes encerrada. Déjame salir.
Él: Nunca te encerré. Nos encerramos, decidimos hacerlo.

(Silencio)

Él: ¿Te acuerdas?
Ella: ¿Es tu auto?
Él: No, no es mío.
Ella: Me mentiste.
Él: Nunca te dije nada. Nunca mentí.
Ella: ¿Qué hacemos aquí?
Él: No lo sé. ¿Importa eso ahora?
Ella: Quiero irme.
Él: Esto no fue un accidente.
Ella: Un error.
Él: ¿Un error?
Ella: No sé quién eres, ni siquiera me has dicho tu nombre.
Él: No creo que eso importe mucho.
Ella: Abre la puerta, por favor.
Él: Están selladas.
Ella: ¿Selladas?
Él: Selladas. Nosotros mismos lo hicimos.
Ella: ¿Cuándo, de qué estás hablando?
Él: Inténtalo. Sal del auto.
Ella: No puedo.
Él: No quieres.
Ella: No puedo dejar de mirar.
Él: ¿Me vas a decir qué es que lo que ves?
Ella: Mateo, mi hijo.
Él: ¿Qué está haciendo?
Ella: Durmiendo, es tarde.
Él: ¿Solo?
Ella: Sí, solo. Su cuna le queda grande. Enorme.
Él: ¿Qué más?
Ella: Mi marido. Está en nuestra pieza.
Él: Debe estar esperándote.
Ella: No, claro que no.
Él: ¿Está dormido?
Ella: Está follando con otra mujer.
Él: ¿Lo ves?
Ella: Sí, y lo siento. Siento como si me tocara fuerte y con ganas.
Él: ¿Lo amas?

(Silencio)

Ella: Sácame la ropa y hazlo rápido.


Ensueño

Andrés y Cecilia bajaron cuidadosamente las escaleras hacia el andén del metro. Se detuvieron justo en el medio a esperar la llegada del tren cuando Andrés notó que a su izquierda, una jirafa impaciente miraba su reloj cada cinco segundos. La ráfaga apresurada de los carros anunció que el viaje estaba por comenzar. Sin dejar de mirar a la jirafa, abordó el primer vagón. Al cerrarse las puertas, un oso panda lo miró a los ojos y le ofreció el asiento a Cecilia. Sin titubear ella aceptó, mientras tomaba en brazos a Andrés para ocupar el lugar.